Versión digital de artículo publicado el 10 de marzo de 2017
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De acuerdo a la defensora de los derechos de niños, niñas y adolescentes, Magly Chirinos, todos los ciudadanos tienen la corresponsabilidad de velar por el bienestar de cada infante que es maltratado por un tercero.
Desde el Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (CPNNA) a cargo de la abogada Magly Chirinos, informaron sobre un incremento en los casos de maltrato infantil en Coro por la creciente creación de familias disfuncionales, cuyos padres repiten el mismo patrón con el que fueron criados.
La defensora explicó que además de los problemas de fondo que convierten a los progenitores en potenciales agresores, la crisis actual ha hecho que al menos 40% de los expedientes que reciben presenten cuadros de desnutrición y signos de abandono severos, lo que para la ley es considerado como negligencia y una forma de violencia pasiva.
Chirinos cuestionó el rol de los padres, pero aún más el de la sociedad pues “le da la espalda a los niños maltratados”, dijo. Y es que en su experiencia en este despacho detalló que muchos de los casos por maltrato no llegan a juicio o a medidas de amparo para los menores porque los testigos de los hechos, especialmente vecinos y otros familiares, se niegan a declarar en contra del agresor por miedo a represalias.
Hacer justicia es difícil cuando los golpes pueden desacreditarse como caídas o simples accidentes y cuando no se encuentren suficientes pruebas incriminadoras en los exámenes médicos forenses. Al respecto, dijo que son muchas las situaciones en las que las pequeñas víctimas son agredidas psicológica y verbalmente, lo que puede tener secuelas negativas en su futuro como adolescentes y adultos, las cuales no son denunciadas.
Y es que como sociedad todos los ciudadanos tienen la responsabilidad de denunciar un caso de maltrato infantil ante la policía y esta entidad debe responder inmediatamente. Para Chirinos resulta lamentable cómo las personas se han acostumbrado a ver a los padres maltratando brutalmente a sus hijos en la calles o cualquier espacio público y hacen caso omiso del hecho, pues para ella, cuando se presentan procedimientos a tiempo para someter al agresor a tratamiento psicológico y a un régimen de charlas educativas que rompan los moldes de su crianza, se está salvaguardando un mejor futuro para esos niños.
Es por ello que destacó la importancia de entender el engranaje compuesto por el Estado, la Familia y la Sociedad, que delimita las responsabilidades correlacionadas para con los menores, que les garanticen educación, salud, estabilidad económica, valores, afecto y supervisión.
Uno de los casos más dramáticos que evidencian fallas en dicho engranaje, fue el que ocurrió hace una semana, cuando una niña de apenas un año y tres meses ingresó convulsionando a la emergencia del Hospital Universitario Doctor Alfredo Van Grieken de Coro con lesiones de presunto maltrato. La pequeña tenía escoriaciones en 50% de su cuerpo, presentaba una cuadro severo de desnutrición y tenía una fractura de clavícula.
A pesar de que su situación sigue siendo investigada y que se otorgó una medida de protección para la criatura y una de alejamiento para sus progenitores, se investigó el historial médico de la bebé y se conoció que no era la primera vez que, a su corta e inocente edad, era internada por heridas. Lo que quiere decir, que todavía se subestima la importancia de la corresponsabilidad que se tiene como ciudadanos en el deber de proteger a los que no tienen voz.
Para la especialista es alarmante cuántos hogares disfuncionales siguen formándose sin planificación y mucho menos afecto.
El patrón se repite cuando se estudia el entorno del niño maltratado: padres sin empleos fijos y madres que se desempeñan como amas de casa, pero que no son supervisoras del comportamiento de sus hijos ni canalizan sus necesidades inmediatas. En estos ambientes, el estrés y la impotencia a consecuencia de la crisis económica y la mal nutrición de todos los miembros de la familia, son las principales causas que desencadenan la violencia.
Este fenómeno que se ha generalizado tiene consecuencias en los pequeños a corto y mediano plazo, como ataques de pánicos o sentimientos de temor intenso, además de baja autoestima, conductas muy agresivas o en extremo pasivas y dificultades para relacionarse con otros niños. Esto conlleva a que de acuerdo a estudios científicos de la Unicef, tengan problemas de aprendizaje y de socialización que los imposibiliten a la hora de desarrollar su potencial en todos los ámbitos de la vida.
En tanto que un golpe puede condenar irreversiblemente el destino de una persona, dejando cicatrices profundas en una sociedad sin sed de progreso.